«El humus ha dejado en el suelo su alfombra de mil años.»
Sólo el hombre - P. Neruda
Rutas entre Hayedos anima al visitante a disfrutar de la belleza de la naturaleza en un espacio privilegiado. Su corazón es senderista, pero también se puede vivir una experiencia interpretativa a través de una App y Códigos QR instalados en diversos puntos de cada ruta.
Son 123 km señalizados en 8 rutas que crean ,junto a sus siete variantes, múltiples opciones para disfrutar de un atractivo paisajÃstico de especial relevancia y singularidad. Las rutas presentan desniveles propios de una zona de montaña, por lo que es necesario adecuarlas a nuestras condiciones fÃsicas.
EL MEDIO NATURAL
El espacio en el que nos encontramos está dominado por el bosque y la montaña, y se caracteriza por su variedad de especies forestales ya que, además de hayas, encontramos pinos, robles, rebollos, arces, espino blanco, tilos, fresnos o carrascas. Buena parte del territorio se encuentra incluida en la Red Natura 2000 ZEC/ZEPA Sierras de Demanda, Urbión, Cebollera y Cameros.
Su valor faunÃstico destaca por la presencia de corzos, ciervos, jabalÃes, nutrias, águilas reales y culebreras, halcones peregrinos, cernÃcalos vulgares, búhos chicos y reales, conejos, perdices, codornices y palomas migratorias. Destacan por su rareza y espectacularidad la colonia de buitres leonados con abundantes nidos de la zona de Peñalba y el desmán de los Pirineos, en peligro de extinción en la penÃnsula.
TRADICIÓN Y VIDA
Este exuberante paisaje condicionó la forma de vida de sus habitantes, que siempre vivieron en armonÃa con el medio ambiente y fueron incorporando elementos del paisaje en su quehacer cotidiano como la Peña Reloj o el Roble de las Once que servÃan para medir el tiempo.
La climatologÃa condicionaba los trabajos en el monte o en los campos ya que habÃa que ser precavido con las grandes nevadas y hielos del invierno. La caza constituÃa un complemento alimenticio (como la pesca), con la función además de controlar el número de animales dañinos, como lobos y zorros, que atacaban el ganado.
La vida se hacÃa en la casa, sobre todo durante el largo invierno. Era el edificio que reunÃa las funciones de cobijo, protección, almacén, taller y cuadra, y un sinfÃn de tareas relacionadas con su mantenimiento ocupaban a sus inquilinos. Entre ellas, ir a por agua a la fuente, lavar la ropa en el rÃo, preparar la leña para la llegada del frÃo, realizar objetos de artesanÃa que se necesitaban, la matanza, coser...
Por último, las devociones y la religiosidad estaban muy presentes en la vida cotidiana. La iglesia, junto con la escuela, la tradición oral y la experiencia, eran los puntales formativos. El ciclo anual estaba jalonado por las diferentes celebraciones que marcaba el santoral y las fiestas se iban repartiendo a lo largo del calendario, desde el carnaval hasta la Navidad, pasando por la Semana Santa, las romerÃas y fiestas para pedir por el bien de las cosechas (mes de mayo), las fiestas patronales o las Fiestas de Gracias, por la feliz recogida de la cosecha de cereales (septiembre).
EL PASADO QUE FUE
Un poblado prehistórico situado junto a la Peña de TobÃa pudo ser el origen de Matute y TobÃa. De Anguiano, las primeras noticias se remontan a la época romana: una villa junto a la Mesa del Castillo. En los siglos altomedievales, el complicado acceso a la zona y sus cuevas protegerán a la población. Sin apenas influencia árabe, los tres núcleos obtendrán reconocimiento con las repoblaciones pamplonesa y castellana y, aunque surgen como villas de realengo, no evitarán el dominio señorial.
La ganaderÃa trashumante es la base de la economÃa y ocupa a la población en la conducción del ganado, el esquileo o la fabricación de paños. Los aprovechamientos forestales y la agricultura, sirven de complemento. Al final de la Mesta, Madoz nos presenta una agricultura más desarrollada con cultivos como el trigo, cebada, centeno, legumbres y alguna fruta; una ganaderÃa, todavÃa muy importante, de ganado lanar, vacuno, cabrÃo y de cerda; y otras actividades menores como la caza o la pesca.
El modelo funciona hasta el siglo XX, cuando la presión demográfica hace imposible el sostenimiento económico y alimenticio de la población que busca fortuna lejos de aquÃ, primero en América y, posteriormente, en ciudades del entorno. Ganaderos trashumantes e indianos salpican las villas de casonas con escudos y las favorecen con fundaciones escolares y obras benéficas.
En la década de los 30 y 40, Anguiano cuenta con más de 1.600 habitantes, TobÃa con 200 y Matute con más de 550. Surgen las Centrales Eléctricas, aumenta la producción de nueces y los aprovechamientos forestales dan pingües beneficios a los ayuntamientos. En la actualidad, los modelos económicos del pasado no funcionan y la escasa población activa trabaja, fundamentalmente, en industrias de fuera. Los pueblos envejecen y se despueblan (Matute tiene 124 habitantes y TobÃa 64), resistiendo Anguiano que mantiene escuela y alrededor de 500 habitantes. Destaca la actividad turÃstica y el producto Alubia de Anguiano, que ha conseguido el reconocimiento como denominación de origen protegida.